Colectivo Chasky se ubica en el Valle de La Ligua, habitando Cabildo, Petorca y esa misma comuna. Esta zona de la Región contiene una riqueza única en cuanto a sus tradiciones, arqueología e historia que hacen sentido con la identidad, elemento con el cual el colectivo trabaja arduamente.
Con un equipo de 10 personas en total, enfrentan a través de diversos formatos, temas como el medioambiente y su valor y cuidado, nuestras raíces y también la memoria. Usan capas de soportes tanto como de relatos, para construir un trabajo que mediante sonido, video, fotografía, performance, danza e investigación, busca entregar un mensaje importante sobre quienes somos y el lugar donde vivimos.
Conoce más de su quehacer en la siguiente entrevista, a través de la voz de Álvaro Pávez, uno de sus fundadores:
Álvaro, lo primero que quería saber es, ¿de dónde son? Pues entiendo que ustedes inician su trabajo en La Ligua. Cuéntame un poco más de eso.
– Álvaro Pávez: El colectivo se fundó el año 2010 en La Ligua y los integrantes son artistas, diseñadores y gente que viven en la Región de Valparaíso. La gran mayoría somos de La Ligua y ahora tenemos un espacio de residencia en Alicahue, que queda al interior de la comuna de Cabildo. Aquí convocamos a artistas para que vengan a realizar procesos de creación o investigación a los pies de la cordillera de Los Andes.
¿Cómo funcionan actualmente y qué áreas de trabajo tienen andando?
– ÁP: Tenemos un PAOCC como financiamiento, y está basado en cinco ejes programáticos: uno es apoyar el festival de teatro y las artes Valle del Liwa. El segundo es un área educativa con seminarios que hacemos todos los años. Por ejemplo, este año estamos haciendo el de creación que se llama Palimpsesto. Tenemos otra área de investigación que se llama Cartografía de la Memoria, en la cual trabajamos sobre el patrimonio intangible y eso lo vinculamos con los sitios arqueológicos y la relación con los ríos de la Ligua y Petorca. Tenemos otro eje de residencia para artistas, mediante una convocatoria abierta para que los artistas estén en noviembre y diciembre acá en Alicahue.
Quisiera profundizar en las temáticas que abordan, como la identidad cultural que pertenece al territorio: ¿cómo es habitar este Valle?
– ÁP: Nosotros somos nacidos aquí en la Ligua, en la provincia de Petorca, entonces siempre hemos tenido una relación directa con la investigación, que tiene que ver también con vivir en un lugar donde se cruzan muchas culturas, también muchas formas de vida, por el clima y por ser un valle transversal que junta con el norte y el sur.
Nosotros trabajamos en la remodelación del Museo de La Ligua, entonces entendemos los procesos artísticos, colectivos y comunitarios. Por un lado está nuestro trabajo antropológico, de relaciones con las comunidades y de investigación arqueológica y del medioambiente, y de conservación del medioambiente, que se vincula con nuestro trabajo artístico. Además generamos obras que se presentan en vivo, con música en vivo, con video proyecciones, con danza, con capas de memoria.
Mezclamos todo lo que hacemos, las investigaciones, por ejemplo, cuando trabajamos con comunidad hay mucho registro de entrevistas y de la naturaleza o de su entorno, etcétera, entonces son capas de trabajo. Es difícil explicarlo.
¿Qué elemento podrías identificar en su trabajo como de su interés?
– ÁP: Creo que el sonido es clave en nuestro trabajo, siempre nace todo del sonido y de la escucha, si vamos a trabajar con el agua, grabamos el agua, vamos a los ríos, o memoria: relatos de recuerdos. Voces cuyo audio utilizamos en el proceso, y eso nos va guiando, como la música, lo sensorial también, de todos modos, depende de lo que tengamos que hacer aquello con lo que nos disponemos a trabajar.
En la misma línea, esta diversidad de formato o soporte, ¿cómo condiciona o no el vínculo con los públicos? ¿Les permite llegar a distintas audiencias? ¿Cómo ven que la gente lo recibe? Los distintos estímulos que pueden incluir en cada proyecto.
– ÁP: Es un tema que estamos abordando ahora, ya que nos estamos dando cuenta que a lo mejor amerita que nuestras performance también contienen algo más, así como una pequeña instalación expositiva del proceso y de la investigación, para poder bajar más de información. Como decía, todo es muy desde lo sensorial y lo sonoro, es como una bomba de información en 30 minutos. Sí hay un público objetivo: la gente que va a ver teatro, se maravillan. Pero si hacemos lo mismo acá en el Museo de la Ligua, creo que a lo mejor nos falta investigar un poquito más cómo podríamos generar una propuesta de mediación interesante antes o después de las presentaciones más abstractas. Por eso también estamos creando estos libros y trabajando con este seminario del proceso de creación del colectivo enfocado en una forma de entender y decodificar los trabajos artísticos.
Ahora que tenemos 14 años queremos madurar la forma de cómo mostramos nuestro trabajo. Estamos entendiendo que nos falta teorizar, ya que hemos trabajado tanto.
Hemos hablado de estas capas de trabajo y de la memoria también que involucra en sus procesos. Tomando esto, quiero saber cómo viven su identidad. Están preocupados del territorio en el que viven y de transmitir ciertos mensajes en torno al mismo, medioambientales, mensajes en cuanto a los orígenes. Entonces, ¿cómo surgen estas inquietudes para ustedes?
– ÁP: Estas inquietudes nacen porque somos de una escuela que nació cuando se fundó el Museo de la Ligua, que se fundó por el profesor Arturo Quezada, quien fundó una academia de arqueología en el Liceo de la Ligua. Desde ahí, se genera la inquietud en la comunidad y en los papás de algunos de nuestros integrantes y en amigos de nosotros que ahora son amigos directos, generando un bichito por la cultura originaria, por sobre todo.
Desde ahí se funda el Museo de la Ligua y entonces somos como hijos de esa escuela, ahí partimos toda esta relación y este estado de conciencia en torno a la cultura originaria. Por ejemplo, uno de nuestros integrantes, mapuche, cuando termina el liceo fue en búsqueda de sus ancestros al sur, a Carahue, en un pueblito chiquitito porque su abuelo, que es zapatero, se había venido hace más de 50 años y nunca volvió más a su casa. Robinson se fue con una grabación de las indicaciones que le dio el abuelo, a buscar a esta familia. Y encontró que una de sus hermanas había fallecido, pero sí encontró a otra hermana. Entonces hay una relación directa, donde también nuestros vecinos son contenedores de información. Si uno entiende su lenguaje, las conversaciones cotidianas, uno puede aprender mucho.
Agarrándome de esto mismo, en tus palabras, ¿por qué es importante rescatar estos elementos y tener en cuenta nuestra identidad?
– ÁP: Hay una cosa que a mí me parece maravillosa que tiene que ver con el sonido. Si un baile chino va a un lugar y tocan estas flautas, y estas flautas emiten un sonido, y este sonido se crea de forma polifónica, así como entre muchas personas tocando las flautas, y aparece esta capa sonora que solo oímos en el momento que la comunidad se punta a tocar esta flauta. Ese sonido es anterior a la llegada de los españoles y de los incas a esta zona.
A mí eso me parece súper rico, cómo un sonido que se hacía en la época precolombina, aparece mágicamente solo cuando estas comunidades de baile, de danzantes, emiten esas flautas, esa cosa que no se ve, a mí me parece extraordinaria. Y es una tradición que solo vive en estos valles. Esta forma arquitectónica de tecnología que hace que aparezca este sonido, a mí me parece que es demasiado importante, tiene un valor demasiado único, porque es único en el mundo. Yo creo que entender dónde estoy habitando es vital, ya que sí entiendo donde vivo, le doy valor a esas expresiones.
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