El trabajo de Ana es una aproximación meditativa al paisaje, un relato sobre el retorno al origen, las fuerzas que modelan el devenir y las experiencias que transforman. Es una performance de lo íntimo que devela las espirales, fugas y huellas que han dejado los vínculos y nudos de la artista.

Para resignificarlas, elabora un rito de paso donde convoca a su madre e hija a purgar los cuerpos que sostienen el signo mujer. Entonces, teje de los labios del mar un manto compuesto por cochayuyos que las cubren para conjurar luces y sombras, que observamos a través de la melancolía alquimista del registro análogo, como si quisiera dejarnos pequeñas pistas, sobre cómo han mudado de piel.