Ximena Beltrán es creadora de Bellart, cueros del sur del mundo, quien estuvo presente recientemente en el Festival Vinos de Proa que se realizó el fin de semana pasado en Santo Domingo, e itinera en diversas ferias de vino del litoral central. A propósito de su participación, quisimos conocer su trabajo de marroquinería y cuero repujado, técnicas que destacan en su artesanía, que víncula a la vez con la identidad de pueblos originarios locales. 

¿Qué mueve su trabajo? ¿Cuál es su historia? Te invitamos a conocer:

Me gustaría conocer tu historia, ¿cómo te vinculaste con la artesanía y con el cuero específicamente? Cuéntanos un poco de ti.

– Yo vengo de Santiago. Aproximadamente en el año 1997-98, ingreso a un taller de cerámica, ya que en mi familia habían ceramistas y me acerqué a eso primero. En el camino de la cerámica fue que conocí el cuero, entré a un taller de marroquinería y cuero repujado entre el 98 y 99, y a partir de ahí empiezo a hacer ese trabajo de marroquinería: que es la creación de piezas decorativas o utilitarias que tiene que ver con billeteras, cinturones y también lo que es repujado, que es dar relieve al cuero. 

En aquella época yo me doy cuenta de que quería decir algo más con mi trabajo, y ahí empiezo a incluir iconografía de pueblos originarios en mi trabajo, diseños. En paralelo, me vengo a vivir a El Tabo y empiezo a investigar sobre estas culturas de la provincia de San Antonio. Entonces mi material de creación va en torno a eso, por ejemplo, en los envoltorios para botellas de vino tenemos esculturas, tenemos arte rupestre, tenemos distintos diseños que corresponden a las culturas batos, llolleos y Aconcagua. Después empecé a ahondar en ellos por ser del lugar que yo habito. 

¿Cómo es que llegas a vincularte con el mundo del vino?

– En ese camino que te comentaba, también me empiezo a adentrar más en lo que es el vino, ya que acá se realizan muchas ferias vinculadas a la cultura vitivinícola, empecé a participar más en esas instancias con estuche de botellas de vino. Pasó que en uno de estos eventos, yo me di cuenta de que a la gente le era difícil comer y beber al mismo tiempo y de esa observación yo hice unos portacopas que postulé al Consejo de la Cultura de ese entonces, y ahí quedé seleccionada para estar en un catálogo, lo que me ha servido para abrir las puertas en distintos lugares. Es una pieza única, utilitaria y decorativa.

Después de eso, empiezo a hacer una línea paralela a lo que yo hago, de los pueblos originarios, que es lo que tiene relación con el vino. Portabotellas, diferenciadores de copa, posavasos, entre otros productos. Todo lo que tiene que ver con comida y vino, siempre con la otra, manteniéndola. 

En agosto del 2023 viajé a Estados Unidos a exponer, fue una experiencia maravillosa, estuvo excelente, y se me reconoció por eso, registrada en el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Y todos los días así vivo con el proceso creativo.

¿Cómo te vinculas tú con la creación? Que llevas varios años en el oficio, a veces uno se estanca, otro fluye…

– Para mí es ensayo y error. Bueno conozco un par de personas que les pasa igual, que te acuestas a dormir y la cabeza empieza a funcionar, por lo que por lo general duermo con un lápiz y cuaderno al lado mío, cosa de anotar las ideas mayores y muchas veces me desvelo. Pero al día siguiente puedo retomar desde ahí. Soy ansiosa, entonces soy de hacer al tiro, crear de inmediato las ideas. En el proceso de crear, hay muchos errores, a veces se dejan de lado los proyectos, mientras uno se enfoca en algo nuevo. Por eso es ensayo y error. Mi método es hacer, hacer, hacer todo el rato. Por lo que al final tú dices: este es el resultado de mi trabajo. Y yo soy feliz en mi taller, desde donde sale todo.

¿Tienes el taller en tu casa en El Tabo?

– Sí, o sea yo me levanto y está el taller al tiro, y es el último lugar donde estoy en el día.

Son hartos años los que llevas en el oficio, ¿cómo ha sido la experiencia? 

– Son 34 años ya. Y por ejemplo, los reconocimientos, son como un desafío. Me dan la oportunidad de ir avanzando un poquito. Yo me he ido capacitando además todo este tiempo. Por ejemplo, en la pandemia fue cuando más trabajé y más estudié, y conocí todo lo que son nuevas técnicas, qué se usa en maquinaria por ejemplo. Aunque nuestro trabajo es en un 80% manual como artesanos, pero hay algunos aparatos y en ese sentido me capacité y me voy ayudando con estos instrumentos. Pienso que cada persona tiene su forma, en todo caso. Yo no puedo agendar tampoco cuando crear, sino que llega: tu cabeza está moviéndose y viene un proceso más creativo. 

¿Cómo ha sido ese camino que describes?

– Ha sido un camino interesante pero duro, porque al inicio por ejemplo, no lograba encajar, ya que yo venía de otro rubro. Participaba en ferias que no tenían relación con lo que yo quería. Hubo una etapa también que me fue muy bien, que empecé a entregar productos en tres puntos de venta en Santiago hace muchos años, y en ese momento tomé decisiones con respecto al oficio, como “esto es lo mío, me quiero quedar aquí”.

Yo hace 34 años – como decía – empecé, pero cuando me empezó a servir como sustento, fue en ese periodo que tiene que haber sido en los 2000, que me decidí como digo. Esa ha sido mi trayectoria. Y en su momento la cerámica quedó ahí en el cajón. Hace dos años que la retomé y hoy es parte de los moldes de mi trabajo, con lo que hago mis piezas de cuero.

Qué genial retomar algo que querías después de tanto tiempo

– La vida te va mostrando qué es lo que te gusta. Yo decidí eso hace mucho rato y no me he despegado de ahí, ha estado siempre conmigo. Y hoy la cerámica me sirve, por ejemplo, eso es súper positivo.

¿Estás agrupada de alguna manera con otros artistas o artesanos locales o nacionales?

– Sí, acá sólo en una que yo conozco. Es que El Tabo no es muy grande, y bueno, desde hace dos años saliendo de la pandemia me uní, con quienes hacemos una feria en enero y febrero en Las Cruces. Entonces nos movemos entre nosotros. Estos lugares son turísticos, pero no siempre la gente se dedica a la artesanía, pero buscamos un espacio que hemos ganado allá en Las Cruces, que es solo algunos días. 

Falta una educación sobre lo que es la artesanía, pues muchas veces se confunden los conceptos o se generan ferias de lunes a domingo, donde no se puede producir. En el Pirinal trabajamos viernes, sábado y domingo, lo que nos permite seguir creando y es más equilibrada la competencia.

¿Qué quieres transmitir tú con tus creaciones?

– Como mencionaba anteriormente, muy temprano yo quise que mis piezas fueran promoción de lo que somos como personas. Yo cuando joven trabajaba en Gucci, mirando esos productos entendía que ese tipo de carteras solo te generan estatus. Ahí yo tomé una decisión: mis carteras tienen que decir algo. Y ahí empecé ese trabajo de investigación, fui a museos, por ahí empecé a forjar mi decisión de que la gente conozca lo que somos.

Otra cosa, volviendo un poco a tu territorio, ¿qué te hizo quedar en El Tabo? Cuéntame si puedes sobre el vivir ahí.

– Yo me vine en una etapa en la que lo estaba pasando mal en Santiago, con mis hijos de 10 y 7 años, y llegué a una casa de veraneo de mis padres. Quería escapar, por lo que con la familia tomamos la decisión de partir acá. Acá la naturaleza te da paz, te da tranquilidad, despierta otras cosas en tu cabeza. Yo no me vine con la idea de trabajar acá, venía arrancando, pero se fue dando y como te digo, vivir al lado de la naturaleza, del mar, es un bálsamo para las cosas que una vive a diario. Fue una decisión de salud, y que me permitió ver a mis hijos contentos. Nos cambió la vida.

Puedes comunicarte con Ximena por sus redes sociales: Bellart, cueros del fin del mundo. O encontrarla próximamente en ferias de vino.