Fernando González y Sebastián Flores son el núcleo a cargo de Espacio Cultural Warhola. Ubicado en Esmeralda 1031, el centro cultural que era el mítico Hotel Royal hoy deslumbra con una activa cartelera interdisciplinaria, que ha sido resultado de un gran esfuerzo del equipo que hoy es parte de este proyecto de largo aliento.

Esteban Harrington lo construyó. Justamente la parte de Espacio Warhola corresponde a la entrada o “nave central” donde estaba originalmente el comedor del hotel. De eso pasó a ser una galería comercial, y luego a estar abandonado un largo tiempo. ¿Cómo se reinventa y mantiene a flote una apuesta así?

Fernando González relata que “Somos un grupo de más de 60 personas que ha trabajado en todos estos últimos tres años. Nosotros arrendamos acá, la gente se imagina que nos regalaron esto, pero no”.

Vieron una oportunidad y decidieron ir por ella, adaptando este espacio para hacerlo más apto para quienes participan en él.

“Después del año 1945 este edificio se divide en varias partes, que son las divisiones que hoy se conocen como parte de la galería comercial que se instaló después. Esto quedó como herencia después de la Segunda Guerra Mundial, y cuando se vendió fue a precio de huevo. Después quedó en desuso y abandonado”, pero el año 2018 comenzaron a llevarlo como centro cultural.

 

“Hay que valorar la historia de manera certera”

Fernando – con quien nos reunimos en el hall de Warhola – y Sebastián llevan desarrollando proyectos desde el 2014. Antes de esta aventura se quemó su lugar de vivienda y trabajo de manera misteriosa y terminaron en Barrio Puerto, a un espacio de 1.000 metros cuadrados de infraestructura, un desafío que asumieron hasta encontrar otro espacio que vincular con las artes y cultura que tanto le interesa.

“Este espacio es de 3.000 metros cuadrados y estuvo 15 años abandonado. Ha tenido un vaivén de intervenciones de restauración patrimonial”, nos cuenta Fernando, quien es un enamorado de los inmuebles que están disponibles en la ciudad para soñar en grande, como este mismo.

“Hay un Valparaíso por devolver por completo a su propósito en cuanto a las infraestructuras. Por ejemplo, acá hicieron en su momento una galería comercial, cambiando los elementos neoclásicos por terminaciones lisas o vidrios, y eso pasa en todo Valparaíso”. Espacios que cambian de  propósito y por ende se deterioran sus estructuras. Pero que a veces encuentran fuerzas que están dispuestas a mantenerlos y cuidarlos”.

Fernando es de Playa Ancha y viene de la Ingeniería Medio Ambiental, a la que dejó de dedicarse. ¿Qué lo trae hoy acá? “De chico siempre estuve metido en bandas, me gustaba organizar cosas desde el colegio”, comenta. “Ahora ya no toco, pero me dedico a gestionar, a hacer que las cosas ocurran”.

“En Playa Ancha habían tres teatros, cuya iniciativa de rescate de teatros sigue en pie, pero no tiene el financiamiento y los espacios cobran arriendos millonarios. Hay una conversación que tenemos que tener al respecto”, relata Fernando. “No pretendemos ser el único espacio donde se trabaja la recuperación patrimonial con motivos artísticos, culturales y de oficio. Es necesario con nuestra experiencia, quizás podemos colaborar para que Valparaíso sea una red de hartas cosas y no seamos competencia unos con otros”.

En ese sentido, Fernando habla de la polarización actual que actúa en perjuicio ante la que ellos buscan un confluir de energías creativas para generar espacios más auspiciosos.

Energía Warhola

Una de sus modalidades es la residencia, y también los eventos presenciales. Entre estallido y pandemia han sobrevivido ofreciendo una amplia variedad de formatos. Acá todo es posible.

“Tenemos estudios de grabación, hemos grabado comerciales, cortometrajes, exposiciones de arte, obras de teatro… es un espacio que nos permite todo lo que es autogestión y también tener residencias artísticas en el espacio: pintores, serigrafistas, fotógrafos,  una infinidad de artistas”. De hecho a la fecha más de 200 artistas han estado vinculados al espacio.

¿Y cómo lo hacen? La necesidad de abrirse a la comunidad es la motivación detrás de la gran inversión y trabajo que hay por detrás. Fernando nos cuenta que “Ya hemos invertido $60 millones de pesos en restauración. Acá trabaja Duoc-UC con algunos de sus alumnos y alumnas y hemos botado un montón de murallas falsas. Nos hemos hecho responsables desde el 2018 que llegamos acá”.

La inversión ha sido tanto desde lo privado y proyectos de gestión o fondos a los que han postulado y les permite mantener el espacio activo. Pero falta apoyo y reconocimiento de otras organizaciones culturales.

“No hay un ente dentro del Ministerio que pueda venir a visitarnos. Nosotros estamos operando hace muchos años y tenemos una presión económica asfixiante. Nos mostramos tranquilos, pero necesitamos visibilidad y apoyo. Los artistas se dedican a crear y si a ellos les va bien, nos va bien a todos y todas. Por eso estamos bien dedicados a generar contenido artístico desde el underground de Valparaíso”.

La sección contigua, ex café Vienés es de Bienes Nacionales, y no integra a esta parte del edificio. “Nosotros insistimos que era importantísimo entender el motivo por el cual fue creado el edificio y unificarlo de algún modo. Este (Warhola) era el salón principal y el hall central y resulta que no hay un conocimiento de esa historia. Se quieren hacer proyectos en un espacio, desconociendo lo que tenemos acá al lado mientras podríamos abrir todo el edificio”.

“Lo que pasa acá es una radiografía de lo que pasa con los proyectos en Chile”, comenta Fernando, “si no partimos viendo la imagen completa, fragmentamos los proyectos, y hay que tener una visión integral del edificio”.

La precariedad es una realidad en este sentido, no solo de recursos sino también de entidades que puedan tener las competencias para relevar un espacio tan activo como este.

Desde la organización remarcan que “Hacemos y demostramos que somos autónomos, con errores y falencias y todo, y vemos que hay gente que se dedica a cultura pero no desde el hacer. Queremos inyectar esa energía a las personas”.

Un viaje en el tiempo

Actualmente el equipo de Espacio Cultural Warhola va en el tercer año de 10 que tienen actualmente de arriendo. Tienen una enormidad de habitaciones donde los artistas van día a día a trabajar y además cuentan con exposiciones temporales que comenzaron hace poco. Para asistir, cuentan con visitas guiadas que se programan previamente.

“Ya han pasado más de 8.000 personas y más de 600 artistas han estado en el espacio, lo que no es menor. De los espacios independientes de Valparaíso, debemos tener las cifras más abultadas de audiencias por la cantidad de metraje que tenemos disponible”. Y también la gran variedad de eventos que ofrecen.

Una de las cosas que más sorprende del inmueble es su visualidad, su arquitectura. Es como un viaje en el tiempo. Para poder aprovechar este potencial Fernando y Sebastián se han dedicado a estudiar exhaustivamente toda la bibliografía que exista de Valparaíso antiguo y de el ex Hotel Royal.

“En 1917 se quemó la cuarta planta del edificio, por lo que muchas de las partes de la estructura también provienen de esa época. Una de ellas es el vitral, que no es el original sino el segundo que pusieron. Son cimientos de 150 años y el edificio, desde que se inauguró, tiene 125”.

Es por toda esta historia y potencial que se requieren de más voluntades y asociatividad para seguir relevando espacios como estos. De hecho, en Warhola faltan manos. Fernando señala que “Necesitamos más gente que tenga la experiencia y motivación de hacer cosas, el espacio está dispuesto. Extendemos la invitación a la gente de manera transparente, buscando los mejores acuerdos dentro del precario medio de las artes, y queremos valorar el trabajo de todos para profesionalizar el rubro”.

En la misma línea, intentan hacer de este centro cultural un bastión de cómo se hacen las cosas de manera diferente, y pueden resultar – con todo el potencial que aún tiene.

Finalmente, Fernando agrega que “Acá se hacían semanas de la moda, conciertos de piano, de todo. Venían delegaciones tremendas de compañías de teatro que hacían obras. Esto es la gracia de rescatar estos espacio: conocer sus usos también”.

El nombre viene de Andy Warhol y su concepto de “factoría” donde pasaban varias cosas, un espacio multidisciplinario de las artes donde se tocaba música, se sacaban fotografías, habían artistas visuales y más.

Es necesario que otras personas, fuera del área del arte, participen en estos proyectos. “Por eso mismo vamos tranquilos avanzando, para no apurarnos innecesariamente y dosificar los esfuerzos”.

 

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