Por: Valentinne Rudolphy
En este día particular quisimos rescatar una historia que hace el ejercicio del cruce entre arte y memoria. Un documental que muestra una realidad cruda y que nos invita a reflexionar sobre lo que significa recordar en nuestro país y la importancia de abrirnos a conocer testimonios.
Pepe Rovano es el autor de “Bastardo”, pieza audiovisual que nos transporta a una experiencia en primera persona con el pasado más oscuro de Chile y abre la pregunta de cómo enfrentamos la actualidad bajo estos hechos.
Él ha vivido en Italia y varios otros países, pero hace 15 años que reside en la Región de Valparaíso, en Viña del Mar y con una residencia de arte en Limache. En el contexto de los 50 años del golpe cívico-militar, él cuenta su verdad a través de este filme que parece más actual que nunca.
A propósito de tu nuevo documental “Bastardo. La herencia de un genocida” y de los 50 años que se conmemoran, quería saber ¿cómo has vivido este periodo?
-Creo que son 50 años súper tristes con un Chile súper dividido, donde no me queda claro que haya una condena a la dictadura cívico-militar. Creo en la democracia y creo que tienen que haber diversos colores políticos. Mi límite es el crimen y la violación a los derechos humanos. Eso es súper fuerte y ese es el tema que quiero plantear.
Tú te involucras profundamente en la memoria y te presentas como hijo de genocida, ¿cómo se cruzan tu activismo y obra?
-El año pasado fui a contar mi historia a Berlín, invitado por la casa de Ana Frank. Nos reunimos en la ex sede de la Gestapo, donde se encontraron por primera vez hijos de nazis con hijos de víctimas del genocidio hebreo y me invitaron a contar mi historia como hijo de genocida, porque sí, llevo años trabajando con memoria y derechos humanos. En ese sentido, Bastardo. La herencia de un genocida, plantea esta disyuntiva.
Anteriormente también hice el Memorial Rocas XR, con la productora musical Alisú, trabajo donde se reconstruye el sitio de memoria de Rocas de Santo Domingo, que fue un centro de tortura de la CNI. Esa fue otra apuesta. Siempre he tenido un afán humano tanto en mi obra cinematográfica, como también en lo inmersivo y nuevas tecnologías, con las que también he hecho proyectos.
En torno a los temas que abordas, ¿por qué insistir en la memoria desde tu punto de vista?
-Creo que la memoria es un territorio en disputa. No creo tener la razón, represento mi voz pero también pertenezco a un colectivo internacional que se llama Historias Desobedientes, hijas, hijos de genocidas por la verdad y la justicia. Somos “los familiares de los malos”, que rompimos vínculos con nuestras familias y luchamos por los derechos humanos. Tenemos sede en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Salvador, España y Alemania. Creo que presentamos algo muy actual, para nosotros en Chile se remite al 73 y el quiebre que generó en nuestra sociedad. Por lo que la memoria es primordial. Mi trabajo artístico es sumamente político y eso también pasa con el colectivo, con quienes tenemos varias obras audiovisuales y escritos y estuvimos invitados al Museo Nacional de Bellas Artes a exponer nuestras obras. La forma de explicar nuestro pensamiento político y llegar a la actualidad es el arte.
En ese mismo sentido, ¿cómo es vivir del arte?
-Dificilísimo, pero es una apuesta. Cuesta mucho, en especial desde la Región, y eso hace que todo sea muy underground.
Por otra parte, ¿cómo ha sido esta etapa inicial de Bastardo?
-Estrenamos con más de 400 personas en la Cineteca Nacional del Palacio La Moneda y nos ganamos una Mención Honrosa del Festival SANFIC. Ahora empezamos la distribución en salas a través de Miradoc, donde se pueden ver las próximas funciones. Es una película que invita a reflexionar sobre nuestra posición en torno a los derechos humanos, a 50 años del golpe.
Ahora estamos en la etapa de estreno internacional. Tuvimos una Avant Premiere el sábado 9 en Roma, luego el 11 de septiembre en Suecia con la comunidad chilena y una pequeña gira en ese país.
¿Qué nos puedes contar de Bastardo, tu último documental?
-Es una película polémica donde retrato la relación que tuve con mi padre. Yo a los 35 años lo conocí, antes no era tema y vivía fuera de Chile. Cuando tenía 35 supe que soy hijo de un criminal de lesa humanidad, que está condenado a 12 años de cárcel por haber matado a seis militantes del Partido Comunista, o sea, no lo quería conocer. Me costó como dos años venir a enfrentarlo y de eso va el documental y de nuestra relación. Todo va bastante bien hasta que le cuento que soy homosexual, motivo por el cual me deshereda, a lo que yo entendí que esta persona tenía un arco de violencia completa. También quise hacerme cargo un poco de toda esta situación, porque generamos un vínculo a pesar de que estaba condenado, nunca cumplió cárcel porque se le aplicó la Ley de Amnistía.
Al inicio tuve mucha negación por todo esto, pero quería conocer a mi padre aunque entonces vivía en Suiza. Eventualmente me vine y hasta vivimos juntos. Pasé por muchas etapas en esta relación, en especial por su historia. Pude haberlo negado u ocultado, yo quise conocer su explicación. Intenté creerle. Pero nunca reconoció ni se arrepintió de nada.
Paralelamente yo ya había trabajado con Derechos Humanos, por lo que quise venir a conocer a los hijos de las víctimas de mi padre, donde comienza un camino súper tortuoso que aún continúa, ya que es muy difícil explicarles a ellos quién soy yo. Eso es lo que trato en la película. Yo condeno la violación a los Derechos Humanos, aunque sea de mi propio padre. Y eso me critican un poco, el querer juntarme con mi papá porque es genocida, pero tenía que hacerlo y tuve acceso a entrar en su vida durante años.
En Bastardo, enfrento mi situación. Busco no quedarme callado.
¿Cuánto tiempo duró todo este proceso?
-Fueron en total 15 años, entre conocerlo y vivir juntos, grabando y registrando, hasta que entendí que mi historia podría ayudar a otras personas como yo, hijos de genocida.
Todo lo que nos cuentas, es bastante, entonces ¿cómo te identificas en cuanto a tus raíces? ¿Qué es para ti Chile?
-Chile es una isla, que fuerte decirlo. Creo que la Cordillera de los Andes nos separa del mundo. Es un país agreste, con una naturaleza única y exuberante, es maravilloso pero creo que la dictadura nos hizo muy mal y eso me hace tener reparos sobre nuestra sociedad. No sé dónde terminaré mis días, pero ahora estoy establecido acá y vivo bien y puedo viajar y conocer otros lugares por trabajo, lo que es un privilegio. Pero encuentro que vivir acá es complicado.
Sobre Bastardo, ¿qué puedes destacar de este largo proceso de montaje y producción con un tema tan personal?
-Fue muy distinto a otros proyectos, ya que es una película que crece conmigo, mientras me demoro en grabarla y todo. Creo que lo más bonito es la materialidad que mezcla formatos como VHS, Super 8, luego en HD, pues va pasando el tiempo y eso se nota, ya que es eso lo que demora la vida. El proceso creativo fue súper fuerte, con músicos, montajistas, camarógrafos y un gran equipo, con un montaje de cuatro años, con una banda sonora alucinante y un trabajo colaborativo que me encantó. Además la post producción de sonido de hizo en Italia y la de color en Suecia, el resto fue acá en Chile.
Bienvenido aquellos a quienes les guste y a quienes no, pues es importante hablar de memoria y de violaciones a los Derechos Humanos para que no vuelvan a ocurrir.