Nicolás Andrade es Licenciado en Ciencias Políticas, pero hoy es en el encargado del bar y las canchas del mítico Club Deportivo Orompello de Esperanza. Este espacio ha sido reconocido tanto por sus años de trayectoria, como también por ser una parte clave de la historia del país. Hoy busca reinventarse, o más que eso, volver a su propósito original: ser un club no solo deportivo, sino que a la vez social y por ende cultural.

Esta veta permite abrir aún más a la comunidad el espacio, y recuperar su identidad para con los vecinos. Al mismo tiempo, Nicolás nos da una idea en torno a cómo aprovechar infraestructura que ya está disponible y ponerla a disposición de la cultura a través de presentaciones en este nuevo escenario en el cerro.

Nicolás, cuéntanos un poco más del contexto de Orompello para quienes no lo conocen.
-Históricamente este siempre ha sido un espacio de hombres, de hecho era un Liceo de Niños, que fue comprado y levantado algunas familias de este mismo barrio, organizándose entre amigos. Estos fundadores que tenían una tendencia política que chocó con lo que fue la realidad de los vecinos de Cerro Esperanza. Por ejemplo, durante la dictadura se empezó a generar acá una rama más cultural donde se hacían peñas y reuniones, siempre con consignas en contra de la dictadura y eso generó ciertos roces. Sumado a eso, en ese tiempo se hicieron populares los jugadores del Orompello, los reconocidos “Fusileros”, quienes no sólo participaban deportivamente, sino que llegaron hasta el punto del activismo político que los llevó a la clandestinidad, personajes reconocidos como el Comandante Ramiro que se vinculan de alguna manera al lugar. Ese fue un momento de conflicto para los fundadores y la comunidad, y esa es la carga y también importancia que tiene Orompello.

¿Qué es lo que has pretendido hacer desde que llegaste?
-He estado vinculado a un mundo completamente distinto, pero siempre con la inquietud de socializar el potencial que tienen los Clubes deportivos en sus respectivas ubicaciones. Estos son puntos de encuentro, de pertenencia, y he escrito ampliamente sobre aquello. En el caso de Orompello, tiene una identidad y trasfondo que no se puede negar. Llegué a la cantina hace unos 8 meses con la intención de mejorar el modelo de negocios.

Por ejemplo, el total de los talleres que son financiados por fondos con respecto al deporte, ocupan una franja mínima de la agenda que acá tenemos. Es por eso que pensé en otras maneras de usar el espacio y que estuvieran vinculadas con la cultura. Llegué como encargado de “la cantina” que es el espacio que hemos ido habilitando para actividades los días viernes y sábado, principalmente con stand up y música.

¿Cómo ha sido esta transformación del lugar?
-Agregarle cultura es una oportunidad para el espacio, para generar más movimiento, ingresos y comunidad, ya que hay que mantener también Orompello con sus cuentas, personal y cuidados. A través de un estudio que realizamos junto a un equipo y la Universidad Federico Santa María, nos dimos cuenta que las y los vecinos veían este lugar más vinculado al alcohol, solo como un bar, sin otro valor agregado. Desde que estoy, con las presentaciones por ejemplo, se pretende invitar a nuevos públicos y dar más vitalidad. Quitar su estigma y que vengan más mujeres, más jóvenes, otras personas mayores. Y con esto todos ganan.

Empezamos comentándole la idea a un músico de Valparaíso, Claudio Silva Rey. Ahí junto a él comencé a entender el proceso de producción. Hacemos un trato en el cual las entradas se van a los artistas y el consumo se queda en el local, es lo que podemos ofrecer y así todos ganan: hay un ambiente en el que se puede conversar y comer y escuchar música de manera segura y con calidad.

¿Todos los servicios los provees tú mismo o hay colaboración?
-Los equipos de sonido debo arrendarlos o conseguirlos, además de que tenemos un sonidista especialmente para los días de presentación. La cocina no la tenemos habilitada, por lo que coordinamos con productores del mismo cerro para que nos provean comida, así ellos también ganan y ofrecemos un servicio más completo. Así que somos varias fuerzas colaborando y aportando a la economía barrial.

¿Qué destacas más, en tus palabras, sobre este levantamiento?
-Hoy son muy pocos los lugares en Valparaíso que están abriendo su espacio a músicos y músicas, y no todos tienen las características técnicas para dar una buena calidad. La idea acá es que la experiencia sea buena para todos: para los cocineros, sonidistas, los proveedores, la banda y el público. Es un modelo por el que queremos apostar y exportar a otros cerros. Imagina: si cada cerro pudiese implementar esto en sus centros deportivos, habrían muchísimos escenarios más. Así la cultura subiría a los cerros y se generan más oportunidades también para los y las artistas.

Soy un consumidor de música en vivo, y en esto nos quedamos cortos como ciudad, en especial en vincular la música con la propuesta turística. Me genera una crítica a esta bandera de “Ciudad Musical”, ya que hay mucho potencial y es necesario cambiar la cultura de precarización que se genera como mito en torno a los espacios culturales. Valparaíso está en deuda con esta gestión que, por ejemplo en nuestro caso, genera barrio.

Horario: Lunes a sábado | 16:00 – 00:00hrs.

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