Conversamos con Bastián Cartes, uno de los gestores de La Pataleta, quien se encarga de la vinculación con el medio de la librería. Este es un espacio colaborativo y autogestionado que busca acercar la literatura a los niñas y las niñas. 

Esta es una librería con enfoque infantil donde promueven el fomento lector a través de su quehacer. Quisimos conocer más en profundidad de este entretenido proyecto.

¿Desde qué año funcionan?

– Comenzamos en el 2015, en noviembre cumplimos 7 años. Somos la única librería infantil establecida en Valparaíso. Nos dedicamos a la venta de libros, no funcionamos como biblioteca, sino que tenemos libros y actividades para nuestra audiencia.

¿Cuál es la particularidad de su espacio y cómo se acerca a la infancia?

-Una vía es que todo nuestro mobiliario está a la altura de los niños y niñas, pues este espacio es para ellos. Los papás vienen y ponen el filtro de las decisiones, por ejemplo a la hora de comprar un libro, pero acá les damos el espacio para elegir.

¿Cómo se conforma el equipo, es interdisciplinario?

-Somos personas de distintos rubros que aportamos desde nuestras áreas, como yo que soy psicólogo, y veo los temas de los contenidos que tenemos en la librería. No somos tan definidos, sino que – como buena autogestión – somos multifuncionales. 

Nos financiamos a través de fondos, postulamos a dos o tres por año, y tenemos una miembro del equipo que ella se encarga de las postulaciones. Así nos conformamos. 

Tenemos áreas que cubrimos sí como el fomento lector. Nos dividimos harto la pega para que se repartan bien las funciones entre todos y todas.

¿Cómo es trabajar con niños y niñas lectores?

-Es bonito. Es impagable cuando uno de ellos se entusiasma por la lectura. 

No ganamos clientes, sino niños que abran sus mundos y que abran sus vínculos a trvavés de la imaginación. Eso es realmente lo que hay detrás de esto. La lectura amplía su repertorio, lo que a la larga le permite entender muchas más cosas. Un niño o niña que lee, imagina mucho, y es capaz de pensar más cosas posibles, les da herramientas.

¿Cómo es el trabajo de guiar a niñas y niños hacia la lectura?

-Hay distintos tipos de lectores, tal como con los adultos. Hay niños que vienen muy decididos, saben lo que quieren o conocen la librería, otros que se pueden orientar, y siempre también hay un lector o lectora más tímida. Cada persona es un libro y uno como librero o librera tiene que mediar. También están los adultos, que se reconectan con un lado lúdico al venir.

¿Según qué criterios eligen su selección de libros?

-Primero, me pregunto, qué me divertiría a mí, entendiendo de que somos como equipo un filtro para nuestra audiencia. Todo el equipo selecciona títulos, con el criterio de favorecer las editoriales nacionales, y ojalá que sean microeditoriales, para así tener contenido exclusivo. Por ejemplo Alison Saravia o El Cometa ludo. Tratamos de tener contenido que no esté en las grandes cadenas de librerías, sino que apuntar a pequeños tesoros. Así damos vitrinas a talentos nacionales. 

 ¿Y por qué el nombre?

-Sí, esta idea nació en el movimiento estudiantil del 2011, pues ahí nos conocimos. La Pataleta nace de un proyecto previo que hacíamos desde estudiantes, comenzamos haciendo una Feria de Libro por Libro, donde se podían truequear libros. Ese proyecto inicial murió, pero quedamos siempre con la inquietud de hacer un proyecto como el actual, y el nombre tiene que ver con “el rescate” del concepto de pataleta de ese movimiento estudiantil, o lo que pasó el 18 de octubre. Son transformaciones sociales vinculadas a la lectura, y queremos que las pataletas sean algo válido. Si uno toma una pataleta y las logramos entender, es mucho más constructivo. Esa metáfora sirve tanto para la infancia como para los movimientos sociales. Implica la necesidad de escuchar, y no de entrar con violencia.

¿Cómo invitarías a los y las lectores a vincularse con la Pataleta?

-Invito a la gente a venir sin prejuicios, aún siendo adultos, acá pueden venir a curiosear y creo que lo peor que podemos hacer es perder el espíritu de un niño. Lo “infantil” no es algo malo como muchas veces lo catalogamos. Un niño que no juega no aprende, y por eso debemos disfrutar y jugar y explorar. El libro es otra forma más de pasarlo bien. Salir del adultocentrismo, esa es la invitación.

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