Por: Valentinne Rudolphy
Fotografías: Rodolfo Muñoz

 

En Eusebio Lillo, a pasos de la Avenida Argentina y todo su ajetreo, existe un espacio que hoy está emergiendo recién. Una especie de oasis y contraste a la ciudad, que viene a integrarse como una posibilidad para el mundo cultural y creativo.

A cargo de la restauración de un inmueble con varias décadas a su haber, Rodrigo Puentes – arquitecto, especialista en Patrimonio.  – abre las puertas de lo que fue un refugio para aquellos fieles que en un momento decidieron tomar la carrera de la fe. Hoy, ante la baja de fieles de la Iglesia Católica, este tipo de estructuras patrimoniales quedan en manos del destino, y no todas tienen la misma suerte.

 

– ¿Qué están haciendo en este espacio?

Este proyecto parte 5 años atrás, cuando el encargado de esta residencia Jesuita recurre a la delegación de Valparaíso del Colegio de Arquitectos, para solicitar ayuda porque tenían ayuda con el cielo de la nave central del templo de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Esto por termitas. Así comienza un convenio de colaboración que crea una relación profesional que permite desarrollar distintas obras.

Continué con mi empresa trabajando en la recuperación de distintos espacios del templo. Ese proceso de trabajo generó confianzas. Los Jesuitas no tenían ya la capacidad para administrar dicho inmueble, debido a la escasez de fieles y de quienes tienen vocación de sacerdotes. Este era un lugar de noviciado a nivel nacional, pero estaba prácticamente deshabitado a la fecha que comenzamos las obras.

En ese momento se inicia la posibilidad de establecer un trabajo a 10 años para transformar el inmueble en general a usos culturales. Ellos – la Compañía de Jesús – prefirieron participar de este proyecto, que estaba en pausa debido a que recién en octubre comenzamos a pensar bien en qué hacer desde ahora.

 

– ¿Cuál es la idea principal para este espacio? Desde este ligue a la cultura que se pretende

– Primero se habilitaron algunas habitaciones como oficina, disponibles para arriendo para quienes estén vinculados al patrimonio, la historia, la arquitectura y las artes. Esa es la idea para el segundo piso de la residencia. Por otra parte, hay un espacio destinado a co-work, otro para el Colegio de Arquitectos y sala de clases habilitada para un convenio que hicimos con el Colegio San Ignacio de Loyola. Se instalará una cafetería, y finalmente, el templo pretende ser una sala de uso múltiple para seminarios, conferencias, obras y conciertos. 

“Es un hito que este templo con esta arquitectura se abra a la comunidad laica en general”. 

Hoy nos encontramos generando las alternativas para este proceso, debido a que ahora mismo es un poco complejo partir como sala nueva, pero se pretende que sea parte de la batería cultural de la ciudad.

Rodrigo es quien está a cargo como administrador transitorio en este lugar. Se debe aún gestionar un directorio para poder aprobar el modelo de gestión. Todo aún está en pañales, pero se ha ido gestando lentamente durante ya 5 años.

– ¿En qué proceso de restauración se encuentran ahora?

– Más que restauración, ya estamos en la habilitación de lo que tenemos disponible. Sacamos pisos con termitas, recuperándolos para que sean viables. También postulamos a un fondo para la reposición del cielo definitivo del templo. Por ahora hay uno provisorio con el propósito de poder abrir la “nave central” debido al peligro de derrumbe que había.

 

– ¿Qué actores han sido parte de las conversaciones hasta ahora? ¿Se están abriendo a la comunidad?

– La ladera del Cerro Larraín también es un proyecto por si solo, que es parte de la propiedad. Se están generando vínculos con la comunidad, hoy estamos convocando a actores que están relacionados con el inmueble, para primero evidenciar que está abierto, y que estamos disponibles para cualquier proyecto que se quiera realizar. La idea es convocar a diferentes temáticas y que sea un centro de ejecución de proyectos.

 Por ahora hay muchos interesados, pero estamos en las primeras conversaciones y aún queda mucho por concretar. La idea es tener una amplia cartelera de actividades por fin de semana.

– ¿Esto tiene nombre o aún no?

El espacio por ahora no tiene nombre, lo llamamos inmueble Jesuita. Todo depende de cómo se dará el modelo de gestión y quienes estén en el directorio cuando tome más forma.

 

Si bien aún no tiene redes ni nombre, la antigua iglesia que hoy toma nueva vida gracias al Colegio de Arquitectos y su delegación Valparaíso, está abierta ya a recibir propuestas e ideas que se puedan desarrollar en este valioso espacio.