Ignacio Carroza tiene 26 años y es de Quillota, donde vive actualmente. Es fotógrafo de Fotografía Profesional en el Instituto Arcos de Viña del Mar. Ha participado en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso y acaba de terminar un taller de Autoedición y Fotolibro en la escuela Cámara Lúcida de Valparaíso donde obtuvo una beca.

 

 

-¿Cómo comenzó tu vínculo con la fotografía?

-Al salir del colegio estudié Ingeniería Informática en la Universidad de Valparaíso donde cursé hasta tercer año. Mientras iba avanzando me iba dando cuenta de lo que en verdad me apasionaba y me movía, era conocer el mundo a través de la fotografía. La calle Prat es una de mis grandes inspiraciones por su arquitectura y la vida acelerada que la envuelve. Ahí caminaba por horas con mi primera cámara digital, una Nikon d3100 que aún conservo.

– ¿Qué te interesa “narrar” a través de tu fotografía?
-La fotografía ha sido un camino de aprendizaje constante, por lo que mis intereses han ido cambiando. Por ejemplo, cuando estaba descubriendo esta disciplina, disfrutaba mucho rescatar lo que sucedía en las calles, hacerme el invisible y empezar a jugar en el rectángulo en consciencia de la composición y el ritmo. Hoy tengo más adaptados los conceptos técnicos, doy más libertad al ejercicio fotográfico, siento que desde el instinto puedo lograr una conexión más honesta y personal con lo que me rodea, la naturaleza, el cotidiano y el viaje. Sin embargo, la calle siempre ha sido mi interés, de alguna forma es en ella que aún podemos reflejar la sociedad que la habita y dejarse llevar por sus estímulos se transforma en un ejercicio de libertad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

– ¿Qué técnicas o formatos te acomodan?

-Actualmente estoy desarrollando fotografía análoga que posteriormente digitalizo. Este híbrido me permite aprovechar las ventajas de estos dos mundos. Lo análogo tiene un factor político muy interesante que te permite decidir desde antes de fotografiar, que tipo de rollo se utilizará, como se trabajará y posteriormente su revelado. En cada paso algo de uno se introduce en las imágenes.

Como vengo de lo digital, en él tuve muchas dificultades con la ilimitada cantidad de fotos que uno puede hacer, siempre llegaba a casa con 300 imágenes que no sabía cómo organizar ni respaldar, tengo muchos recuerdos y carpetas de fotos que he perdido en alguno que otro dispositivo. Sin embargo, el terreno digital se complementa bastante bien con la película, ya que te permite examinar detalladamente cómo la luz y la química afectan su materialidad y desde la materialidad poder archivar. Hace poco pude hacerme con una impresora, donde estoy aprendiendo y alucinando con las texturas y lo que se puede hacer en el papel, es otro mundo por descubrir.

 

– ¿Cómo ha sido para ti la experiencia de trabajar con fotografía?

-En la región tenemos varios espacios de formación como también de difusión, aunque la verdad a veces es un poco difícil poder introducirse en ellos ya sea por los costos, la burocracia y el hermetismo que aún envuelve al arte. He podido vivir en carne propia que a medida uno va trabajando en su fotografía se empiezan a abrir puertas y posibilidades para seguir aprendiendo como también mostrar el trabajo realizado.

Lo que me ilusiona es que la fotografía cada vez se hace más popular, empieza a salir de lugares exclusivos como museos o galerías y se forman comunidades en sus calles o barrios generando nuevos espacios de aprendizaje y exposición. A principio del año 2020 me invitaron a lanzar un fanzine llamado “Solofilme 00 Estallido Social” que recopila fotografías del octubre 19 de más de 30 autores que tuve la oportunidad de desarrollar, en la exposición de FemAnalógicas “No son 30 pesos” en el Cerro Concepción de Valparaíso. Esta instancia fue muy bonita porque fue todo autogestionado y fuimos testigos de que si se pueden levantar cosas con esfuerzo y desde la cooperación.

 

– ¿Cómo ves Quillota, hay una “escena” fotográfica? Eso puede ser alianzas, espacios, talleres.

-En Quillota existe el Centro Cultural Leopoldo Silva que hace pocos años ha dado espacio para la realización de talleres y exposiciones de toda índole. No he tenido la oportunidad de participar, pero tengo muchas ganas de algún día poder integrarme a alguna actividad. Por la pandemia, muchas de estas instancias se han estancado, pero miro con mucha ilusión el futuro, porque la fotografía es algo que cada vez tiene más llegada a las personas, desde su realización hasta su apreciación. Siento que la fotografía es muy importante para nuestra cultura, para entender la diversidad de visiones y sobre todo para generar memoria en estos tiempos donde a veces los recuerdos se nos van entre los dedos.

 

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